lunes, 8 de diciembre de 2008

Tres enigmas y un divertimento

Ocioso lector, en los remotos tiempos de Cervantes no había cine, ni tele, ni radio, ni periódicos, ni revistas, ni Internet, la gente te aburría y sólo podía acudir a la plaza pública o ir a tertulias a ver que se cocía, allí se contaban comidillas, cuentos, historias, juegos de palabras, y el arte de hablar y narrar era más decisivo en una reunión, donde había repentizadotes de un poema escuchado una sola primera vez, grandes memoristas, entonadores magníficos y circulaban mil historias a través de charlatanes, vendedores ambulantes, afiladores, lenceros, barberos. En las fiestas y los concursos en aquella época se ponían cartones en las paredes de los ayuntamientos con enigmas o jeroglíficos, adivinanzas y otras mil formas de pasatiempos, siendo conocido que al anochecer había que retirarlas de los tablones del consistorio y meterlas dentro, hay descripciones de cómo la gente se las llevaba si no robándolas, .
El siglo de oro tiene muchos ejemplos de este tipo de manierismo literario donde muchos autores cultivaron estas formas difíciles, y uno de ellos, Cervantes, lo practicó desde su primer libro dejándonos algunas adivinanzas y enigmas en sus obras. De los cuales hay por lo menos tres sin resolver hasta hoy: 1º) una pregunta que Galatea hace a otro pastor es lo primero que hay que adivinar, 2º) en su siguiente libro, 20 años después, la primera parte del Quijote, comienza con una frase sospechosa de contener una adivinanza, el lugar olvidado de decir, y cuya solución es el nombre del lugar de la Mancha (si no lo son todos los pueblos de la Mancha a la vez y la adivinanza en realidad no existe) y 3º) en la 2ª parte del Quijote vemos aparecer otro enigma, la identidad de Avellaneda (aquí sí, alguien tuvo que ser) que también ha hecho correr ríos de tinta. Veámoslos con más atención uno a uno:

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